Para celebrarlo eligieron un lugar muy especial para la familia de la novia: el Palacio de la Concepción. Allí disfrutaron de un aperitivo servido por Deloya y de las mejores vistas de Gijón: una panorámica de toda la ciudad, desde la Laboral hasta el mar.
Fede se encargó de preparar el protocolo de mesas que estaba inspirado en los países que habían visitado juntos y al que nosotras solo tuvimos que poner unas flores.
Poco a poco se fue haciendo de noche y la ciudad y el palacio se iluminaron.
Hicimos un camino de velas para que los invitados encontraran el lugar donde estaba preparada la cena.
La boda fue a primeros de octubre y acabábamos de recibir los primeros brezos de la temporada que colocamos en piezas de loza azules para mantener el mismo colorido que en la ceremonia.
Carlota dividió el ramo en cuatro partes y se lo regaló a tres de sus primas y a su madre.
Pero no solo ellas tuvieron regalo, algunos de los invitados recibieron escrita en una pizarra una de sus frases más divertidas y es que hay momentos que son imborrables.
El padre de la novia sorprendió a todos tocando la batería y regalándonos un momento tan divertido como la foto.
Fue una boda muy especial, tanto que queremos repetir y es que hay bodas que tenían que celebrarse todos los años.
Fotos: Mercedes Blanco