Volver al verano


Casarse en el lugar donde veraneaste toda la vida hace que todo sea todavía más especial porque se mezclan los recuerdos de la infancia con momentos que van a quedarse para siempre grabados en la memoria.

Eso le pasó a Ana que eligió “su norte” para casarse con Eduardo.

Cuando nos enseñó el vestido de Teresa Patiño pensamos en algo que contrarrestara su sencillez pero a la vez, que la mantuviera. Algo que logramos con un ramo con mucha caída pero con flores sencillas.

La ceremonia fue en la Isla que tiene una preciosa Iglesia blanca y acogedora en la que decoramos la entrada, el altar y el retablo.

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El día acompañó y sus primeras fotos como marido y mujer tuvieron un escenario privilegiado, cerca del mar y, a la vez, del campo.

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El lugar elegido para celebrarlo fue el Palacio de Luces. El aperitivo se sirvió en el jardín y fue un homenaje de sabor y color para los invitados. Tan agradable era la sensación que quisimos mantener el colorido en la decoración y montamos un sitting plan en el que la naturaleza seguía siendo protagonista. Jugamos con distintas alturas y con el cristal, que es una fuente de ligereza, igual que las flores, que parecían recién cortadas del jardín.

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Desde los ventanales del palacio se veía la muralla que lo rodea, así que utilizamos piezas y pajaritos de piedra para armonizar interior y exterior. Los bajoplatos y la mantelería de M viste tu mesa hicieron, junto con las velas, que todo fuera tan especial como los novios habían soñado.

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Fotos: Darío Martinez 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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