Esta vez, empezamos hablando del novio, Victor, que fue compañero de colegio de nuestros hijos y sobrinos, así que, cuando vino desde Londres a vernos y nos contó que se casaba, no pudo hacernos más ilusión.
A kine, su novia, la conocimos después. Su madre, además de ser danesa como ella, es florista. Así que trabajamos mano a mano para adornar un día tan especial.
Tan cercana fue la colaboración que el ramo y el tocado lo preparó ella misma con flores que nosotras le conseguimos.
Eligieron el Palacio de Rubianes porque, además de ser precioso, era perfecto para que la familia que venia de fuera pudiera disfrutar de unos días juntos en un lugar especial.
La ceremonia civil fue al lado del hórreo, en el jardín. Colocamos jarapas de esparto, cestos y cajas para decorarlo todo. Nos pidieron flores blancas y de la tierra, y eso intentamos darles con hortensias y aster.
El almuerzo iba a ser en una carpa pero ellos nos pidieron que lo convirtiéramos en un invernadero. Así que colocamos guirnaldas que trepaban por toda la estructura.
El protocolo de mesas estaba colocado justo a la entrada. Los nombres de los invitados aparecían entre ramilletes de flores secas y mucho verde.
Todas las mesas eran redondas, salvo la presidencial que era de estilo italiano e iba de un extremo a otro. Para decorarla pusimos una guirnalda con farolitos y vasos de mimbre con velas, a juego con los bajoplatos.
Fue una boda tan especial como ellos.
Fotos: Cristina Cañibano