No sabemos por quién empezar a hablar: conocemos a la novia y al novio y a ambos les tenemos mucho cariño por separado, así que imaginaros juntos. A Mónica la conocemos porque, además de tener una tienda tan estilosa como ella en Oviedo, viene a comprarnos flores. Con Carlos hemos trabajado en temas de escaparatismo y además, tiene una sidrería a la que nos gusta mucho ir.
Desde el principio nos transmitieron, además de una ilusión enorme, una pasión por detalles que querían reflejar en cada rincón y es que en esta boda nada es casualidad.


El vestido de Mónica era a la vez, moderno y sencillo. Para su ramo nos inspiramos en unas fotos de su tocado que era en tonos platas y azabache.


Cuando celebramos la jornada de puertas abiertas en el Palacio de Meres, Mónica vino a vernos y se enamoró de muchas ideas que quiso que replicáramos en su gran día, así que las adaptamos para ellos.
A la capilla de Santa Ana le dimos un aire otoñal pero con un toque fresco a base de brezo del monte, aster y lisiantus. La entrada y el pasillo estaban llenos de flores, hojas y color para recibir a los invitados y a los novios.

La decoración estaba totalmente centrada en el altar, con una guirnalda de lado a lado y dos grandes adornos para enmarcar el Sagrario.

La novia llegó acompañada de Lucía y Marina, a las que hicimos una corona de olivo y flores blancas. Marcos, Dani y Mateo entraron con unos simpáticos mensajes escritos en las pizarras.







La semana que viene, seguimos donde lo dejamos.

Fotos: Mercedes Blanco