Quedan pocos días para que termine el invierno, empiece la primavera y con ella, la temporada de bodas. Pero hemos querido adelantarnos unos días y empezar a crear “ambiente” con la boda de Piluca.
El vestido de novia firmado por Covadonga Plaza tenía unos bordados artesanales en tonos plata, igual que la medalla de la Virgen de Covadonga que llevaba atada al ramo con una cinta de terciopelo.
El ramo tenía un aire silvestre, con rosas blancas de tallos largos y flor de cera. Un ramo fresco que contrastaba con el vestido arquitectónico.
La ceremonia se celebró en la Capilla del Rey Casto. La entrada por el jardín inspiro una decoración en tonos blancos y verdes.
A la salida los invitados recibieron a los novios con pétalos y gritos de “viva los novios”.
Después cruzaron la plaza hasta Rua Quince, un palacio en el corazón de la ciudad con un jardín desde el que se ve la torre de la catedral y al que se llega dando un paseo.
Como el aperitivo era en uno de los salones de arriba, pensamos en un bodegón al pie de las escaleras para recibir a los invitados.
Piluca nos trajo un espejo que tenía para ella un significado especial y escribimos allí el menú del aperitivo servido por Deloya. Para que no estuviera solo lo rodeamos de maceteros de plata y cristal.
El protocolo de mesas lo colocamos en el jardín, justo a la entrada de la carpa donde se sirvió la cena. El novio es un gran aficionado al surf y el pintor asturiano Carlos Cobián cedió uno de sus cuadros para presidirlo. Las mesas llevaban el nombre de playas que ellos conocían bien.
La cena se sirvió bajo un techo de luces que fueron cobrando protagonismo a medida que se hizo de noche.
El ramo de la novia fue para su hermana, que llevaba un tocado tan alegre como su vestido y como ese momento con el que hemos querido terminar este post.
El reportaje fotográfico es de Click 10