Aunque estamos en invierno, no lo parece. Algo similar ocurrió en la boda de Marta y Toño, que se casaron a finales de agosto con el brezo, que es propio del otoño, como protagonista.
Ellos vinieron a vernos meses antes de la boda y nos contaron lo que tenían en la cabeza y juntos le fuimos dando forma.
Nos encantan las novias valientes como ella, que acompaño su vestido de Isabel Nuñez con unos zapatos en tono granates, igual que su manicura y parte de las flores. Para peinarse contó con Julio de Peluquería Suarez y el maquillaje fue obra de Reyes Tabares.
En el ramo quisimos mezclar los colores protagonistas del momento; el blanco de las rosas de jardín a juego con su vestido, el eucalipto verde como el entorno en el que se celebraba la boda y en granate el astilve, en homenaje al otoño que tanto les gustan a los novios.
Para las niñas de arras, hicimos unas coronitas que daban vida a sus vestidos blancos y que también reflejaban los colores favoritos de los novios.
En la capilla del Palacio de Meres intentamos recrear una escena otoñal con árboles y los primeros brezos de la temporada. Dándole un aire rural y a la vez romántico.
La luz de los últimos días de verano es especial y mezclada con la de las velas, más todavía. Las colocamos en distintos sitios: altar, pasillo, retablos… miraras donde miraras, las veías.
Su primer paseo nos dejó imágenes tan bonitas como estas, donde se ve muy bien el ramo y su felicidad.
El aperitivo se sirvió en el jardín, aprovechando la época del año y los rincones tan bonitos que tiene el palacio.
Como había muchos invitados, hicimos dos protocolos de mesa. El principal estaba situado a la entrada del Palacio y estaba inspirado en la profesión del novio: piloto. Sobre un mapa del mundo fuimos marcando las distintas rutas aéreas que conectaban España con países a los que el novio había volado. Sus aeropuertos daban nombre a las mesas.
El otro, era más sencillo, pero igualmente original. La rama de olivo que aparecía en la papelería no fue fruto del azar, era un homenaje a su familia, que tiene una almazara. Bajo un olivo colocamos cestas con botellas de aceite que los novios regalaron a sus invitados como recuerdo de un día tan especial.
La decoración de las mesas siguió en los mismos tonos que el resto de la boda. Utilizamos restos de una vajilla en tonos azules a juegos con los vasos llenos de velas colocados a distintas alturas y hortensias agostadas, propias de esa época del año.
Las mismas siluetas de madera que usamos en el protocolo, indicaban el nombre de la mesa y sostenían una foto del aeropuerto correspondiente.
El primer baile fue seguido desde la pista por unos y desde la barandilla por otros. Fue el primero de muchos, la noche no había hecho más que empezar.
La fiesta se celebró en el Llagar que decoramos con velas, brezos y hiedras, también organizamos una zona Chill Out para que los invitados pudieran relajarse.
Los novios quisieron que los tacones no fueran excusa para que nadie dejara de bailar y nos pidieron que colocáramos un bodegón con alpargatas para que las encontraran fácilmente. También tuvieron los pies en el suelo y se acordaron de ser solidarios, regalando a sus invitados las narices de fundación Theodora.
La fiesta siguió porque había mucho que celebrar.
El reportaje es obra de Volvoreta Bodas y nos ha dejado fascinadas.