La celebración fue en el Club de Tenis de Oviedo, un lugar que me traía grandes recuerdos en el que se habían casado mis padres justo treinta años antes.
Tuvimos la sensación de estar en casa y todo el mundo se volcó en hacer que todo saliera como habíamos imaginado.
Aunque el día amaneció nublado, la tarde fue despejando y quedó una noche muy agradable por lo que los aperitivos pudieron celebrarse en la terraza, cerca de las pistas a ritmo de la música de Gil&Him.
El equipo de Siapro le dio un giro a toda la iluminación del Tenis con bombillas vintage que creaban un ambiente romántico y focos verdes que se mezclaban con la vegetación que brotaba en todos los rincones y que empezó a prepararse varios días antes de la boda.
Para la decoración queríamos algo sencillo y muy nuestro, que tuviera un significado y un sentido. Nuestra inspiración fue curiosa teniendo en cuenta que nos casábamos en Oviedo y fue Somió. Allí nos conocimos y pasamos los veranos, así que nos pareció una idea estupenda para el último día de agosto. Todas las mesas llevaban el nombre de las travesías y caminos de la zona, con sus respectivas ilustraciones pintadas para la ocasión por Naranjas Chinas.
Las mesas estaban distribuidas por varios salones que se conectaban con vegetación, luces y velas. Fue espectacular tener bajo el mismo techo a tanta gente querida, celebrando el amor. Cada detalle que cuidamos fue una excusa para rendirles un merecido homenaje.
Las flores rosas eran las protagonistas de los centros de mesa y destacaban sobre los helechos verdes, que no podían faltar porque Somió está lleno de ellos. Unas pequeñas lamparas de hierro con luz interminete y velas terminaban de crear un ambiente especial en unos salones que se llenaron de risas y buenas conversaciones.
Pero lo más bonito, a pesar de su belleza, no fueron las flores ni las velas ni el menú que se preparó con tanto cariño. Fueron los abrazos, la alegría que se respiraba en el ambiente y las ganas que teníamos de casarnos y empezar esta preciosa etapa juntos.
Fue el mejor día de nuestra vida y lo recordamos con una sonrisa porque ninguna palabra expresa mejor lo vivido allí. Menos mal que tenemos las fotos de Mercedes Blanco.