La boda de Cristina empezó tres días antes de que se casara, si, habéis leído bien, tres días antes. Aunque ella es asturiana, vive en Londres desde hace 10 años y fue precisamente allí donde conoció a Michael que había llegado a la ciudad doce meses antes que ella, procedente nada más y nada menos que de Australia.
Organizar su boda fue toda una aventura pero los 1642 kilómetros no fueron ningún problema para ellos ni para sus invitados que aterrizaron aquí desde todos los rincones del mundo: Australia, Francia, Italia, Inglaterra, Gales, Estados Unidos, Canadá, Argentina, Rusia, Japón y Escocia.
Thimothy Herbert amigo de la universidad del novio, fotógrafo como él de profesión, fue el encargado de hacer este reportaje de varios días y un montón de gigas en el que no falta detalle: última prueba del vestido de novia, excursiones, homenajes gastronómicos y por supuesto, la boda.
La mañana de la boda fue muy emocionante, el vestido de Franc Sarabia había quedado como Cristina quería y eso que hubo poco tiempo para hacer cambios. Los zapatos vintage vinieron en su maleta desde Londres y la sonrisa ya la traía puesta.
Nos pidió un ramo silvestre de colores alegres que nosotras hicimos con cardos, rosas, fresias, hipericum y aster.
A Michael le hicimos un prendido con un cardo azul y una hoja de eucalipto alargada en homenaje a su tierra; Australia.
La ceremonia se celebró en la Capilla del Rey Casto en dos idiomas para que todos los invitados pudieran seguirla y fue oficiada por dos sacerdotes amigos de la familia, uno de ellos recientemente ordenado. Para decorarla usamos hortensias y distintos verdes para darle ese aire silvestre que nos pedían los novios en los correos electrónicos que nos mandamos durante los meses previos.
Después pusieron rumbo a Rua Quince, confiaron para el gran día en Deloya Gastronomía, compañeros nuestros de Somos Norte.
Los centros de mesa los hicimos con cardos, hortensias, limonium y distintos verdes para darles un aire un poco despeinado. (Estas dos imágenes son del proceso de montaje).
El aperitivo se sirvió en el jardín con un ambiente de lo más internacional.
El banquete se sirvió bajo una carpa transparente que dejaba primero ver la luz del sol y después, por la noche, las estrellas.
Siguiendo la costumbre anglosajona, se leyeron varios discursos de familiares y amigos durante la cena. Algo que la novia recuerda con especial cariño y emoción.
Guardamos un bonito recuerdo de esta boda y un montón de mails, que nos recuerdan que todo es posible, que la distancia no importa. Que el amor, si quiere algo, lo consigue.