Las bodas en el campo tienen algo especial. La de Ceci y Juan Pablo es una de las más bonitas que hemos hecho en los últimos años, la culpa fue de los novios, la familia, la localización, la época… todo sumó y el resultado fue increíble.
Si en unos meses cogemos cariño a los novios, imaginaros lo que ocurre cuando conocemos a la novia desde que nació. Ceci llevó las arras cuando se casó Bea, así que decorar su boda le hizo a ella, y por extensión a todas, una ilusión enorme.
El ramo de Ceci fue un regalo de los amigos del novio. Una creación totalmente silvestre y con el verde y el rosa como colores protagonistas. Llevaba nardos, olivo, rosas, cardos, frutos de septiembre…
La novia se vistió en la Raposera acompañada por su familia. Su madre estaba muy elegante con un tocado de Marta Ybern y un vestido de Isabel Nuñez que fue también diseñadora del vestido de novia.
La Capilla de Gobiendes fue el lugar elegido por los novios para darse el sí quiero. Pusimos una decoración en tonos verdes, a juego con el paisaje que la rodeaba. Tan fieles quisimos ser al entorno que colocamos árboles y ramas en el interior. El día estaba gris pero nadie se dio cuenta porque las flores rosas del altar y la sonrisa de la novia centraron todas las miradas.
La celebración fue a los pies del Sueve. Global Rent montó una carpa en una finca rodeada de manzanos, los mismos que inspiraron la papelería de la boda y que partió de una acuarela pintada por Adrián, abuelo de la novia, al que estaba muy unida, igual que con Chomin.
A la entrada de la carpa colocamos el protocolo de mesas para que los invitados encontraran su sitio. Había mesas de distintas formas y tamaños para poder sentar a todos los amigos juntos, no separar a los primos… y que los invitados disfrutaran lo máximo posible.
Las mesas redondas tenían manteles de dos tonos distintos de M viste tu mesa y en las rectangulares pusimos bajoplatos de la misma marca. Las mesas tenían nombre de vinos y cada una tenía una botella de la bodega correspondiente. Fue idea de los novios y a nosotras nos pareció muy original.
Como la boda fue septiembre dejamos que el otoño se asomara en los brezos y compartiera espacio con otras flores en tonos más vivos.
Los novios disfrutaron de cada minuto y antes de que el Real Balneario terminara de servir el almuerzo ya habían empezado con el baile.
Al ser una boda de mañana había muchas pamelas, así que preparamos un espacio para poder dejarlas y disfrutar de la fiesta. El rincón se fue llenando al mismo ritmo que la pista de baile, amenizado por David Motilva.
El momento tal dulce que vivieron solo podía compararse con la mesa que preparó Petit Glace, con tartas y chucherías, dejando un sabor de boda inmejorable.
Fotos: Liven