Aunque la Iglesia llena siempre impresiona, la verdad es que vacía también lo hace, especialmente una tan bonita como la Capilla de Santa Ana.
Además permite ver la decoración y detenerse en los detalles, algo que abunda en este rincón del Palacio de Meres. Quizás por ese motivo pensamos en una decoración sencilla que empezaba en la puerta y terminaba a ambos lados del Sagrario, en tonos blancos y verdes, con cestos y faroles.
La llegada de la novia es siempre un momento muy emocionante y teniendo de teloneros a dos artistas tan maravillosos, mucho más aun. Robaron el corazón y la sonrisa de todos.
La ceremonia es un momento muy emotivo y está llena de detalles y personas que hacen que lo sea todavía más. Aunque dura una hora, las imágenes y los recuerdos son para siempre.
A la salida, los novios fueron recibidos por sus testigos y por una lluvia de hojas de olivos.
Con katiuskas y un paraguas preparado, los novios se fueron a dar un paseo y es que unos minutos de tranquilidad siempre se agradecen después de tantos nervios.
Mientras tanto, empezó el aperitivo o la fiesta gastronómica que tenía preparada Casa Gerardo para los invitados. El menú lo escribieron ellas con esa letra tan “de señorita” en una pizarra como no podía ser de otra manera. Lo colocamos sobre cajas antiguas de madera llenas de cestas y jarras.
El protocolo de mesas colgaba del mismo techo, entre jarrones y flores como las que llevaba Rocío en su ramo inspirado en la misma tela de liberty con el que hizo la papelería Cuestión de tiempo.
Las mismas flores que decoraban el aperitivo, lo hicieron en la cena.
Querían centros sencillos pero especiales, con ese toque que tiene “la señorita” y los carteles de las mesas diseñados por Raquel. Mezclamos velas, cristal y flores en tonos verdes, rosas empolvados y azules.
Una boda que salió de un trozo de tela y que se escribe con ñ, la ñ de la señorita.
Fotos: Cris Díaz