Uno de los privilegios de nuestro trabajo es que solemos ver el traje de la novia antes del día de la boda. Cuando Ana Cristina nos lo enseño, nos quedamos impresionadas por el volumen que tenía la falda y lo bonito que era el cinturón. Enseguida se nos empezaron a ocurrir ideas para el ramo: tenía que ser recogido y corto porque el talle era bastante alto y no queríamos que tuviera que estar pendiente de los tallos. No quería llevar color, pero tampoco que fueran blancas, así que le enseñamos unas rosas color champagne.
Semanas después se estaba vistiendo en el Palacio de Meres y la verdad es que iba como una autentica princesa.
La capilla de Santa Ana estaba preciosa decorada con hortensias, tan típicas del verano y tan nuestras. Adornamos los pulpitos y colocamos una guirnalda en el altar. Aprovechamos distintos rincones para colocar algunas velas, que siempre dan mucha calidez. Los testigos, que eran un montón, arroparon a los novios y vivieron la ceremonia desde primera fila.
Para que el novio no echara de menos su tierra en un día tan especial, Ana Cristina decidió traerle un trocito de San Sebastián. Un grupo de baile regional amenizo el aperitivo con la reverencia y el aurresku, que fue vivido con emoción por unos y con sorpresa por otros.
El espectáculo siguió con las propuestas gastronómicas de Nacho Manzano entre las que nunca falta el arroz con pitu.
De San Sebastián a París se va dando un paseo, eso fue lo que pensaron los novios cuando nos contaron su idea de poner a las mesas nombres de los lugares más emblemáticos de la ciudad del amor. Para que nadie se perdiera había un mapa que nos había traído la novia de uno de sus últimos viajes.
Pese a lo grande que es Paris, logramos meterlo en varios salones del palacio. Pensamos en manteles blancos y en centros coloridos para crear contraste y recrear ese romanticismo que tiene la capital de Francia.
Si hay algo que sabe bien la gente de San Sebastián es hacer de la gastronomía una fiesta. Y que mejor ocasión que una cena para crear la tamborrada, un acontecimiento que tiene lugar la víspera de la celebración de su patrono y en la que se iza la bandera y salen las distintas sociedades gastronómicas tocando la marcha de Sarriegui, vestidos de cocineros y tocando barriles y tambores. Ni ese era el día ni estaban allí, pero eso fue lo de menos.