Teníamos las mismas ganas de enseñaros esta boda que las que tuvimos en su día cuando estábamos preparándola. Chapa y su madre son las clientas que cualquiera quisiera tener, desde el primer momento se pusieron en nuestras manos y nos dejaron hacer. Algo que nos resultó una responsabilidad y un placer a partes iguales.
Cuando vimos el vestido de Marcos Luengo, nos quedamos sin palabras, nos gustaba todo: la manga larga, el escote en la espalda, la falda de organza… Unos detalles del bordado inspiraron las notas de color del ramo que hicimos para ella con rosas de jardín, eucalipto, verónicas, flor de arroz y astrantias. Pensamos en flores que reflejaran el romanticismo y la dulzura del traje y la novia.
Chapa se preparó en la suite de Rua Quince, desde allí se veía la Catedral, lugar a donde empezaban a llegar los primeros invitados.
Cuando llego la hora, Chapa salió del brazo de su padre de Rua Quince, pero hubo alguien que no quiso esperar y fue corriendo a recibirla:Cata, su niña de arras, que llevaba un vestido de Marta García-Conde. Para ella hicimos una corona y un aro con flores de los mismos colores que llevaba el ramo de la novia.
En la Catedral quisimos hacer algo diferente a lo que habíamos hecho en otras ocasiones. Han sido muchas las veces que lo hemos decorado y de las primeras que teníamos carta blanca para dar rienda suelta a nuestra imaginación. El retablo nos dio la pista que necesitábamos: concretamente su color azul. La época del año y la juventud de los novios quedaron reflejadas en los delfinium y las hortensias con las que llenamos el pasillo y el altar.
A la salida, los novios fueron recibidos por sus familiares y amigos, con los que se marcharon caminando a celebrarlo. Un paseo corto que se alargó con abrazos, fotos y felicitaciones.
Aunque todo el mundo ha pasado muchas veces por delante, pocos son los que conocen el interior de Rua Quince, por eso y porque no hay mejor manera de dar la bienvenida a alguien que con unas flores, hicimos un bodegón con hiedras, velas y hortensias. Queríamos que resultara muy acogedor. El aperitivo se sirvió en uno de los salones del palacio, con vistas a la catedral. Escribimos el menú que preparo Deloya en distintos espejos para que todos los invitados pudieran verlo.
Unas acuarelas pintadas por la madre del novio y los nombres de jugadores del Real Oviedo, nos sirvieron para dar forma al sitting plan. Los novios son grandes forofos del equipo de la ciudad y nadie se sorprendió cuando vieron los nombres de las mesas.
El jardín fue el lugar elegido para la cena. Global Rent monto una carpa transparente de la que colgamos luces de verbena. Aprovechamos la entrada para colocar un recordatorio de las mesas.
Todas las mesas eran redondas salvo la presidencial, que quisimos destacar de una manera especial, por eso pedimos a los novios que nos trajeran algo que tuviera significado para ellos. Chapa y Álvaro nos llevaron un mantel familiar y unos candelabros de plata. Para el resto de las mesas apostamos por una mantelería neutra de Deloya y los bajoplatos de ratan de MVistetumesa que daban un toque rustico acorde con el jardín donde se celebraba la cena. Unas soperas inglesas llenas de hortensias azules daban el toque de color, el humor lo ponían los meseros que recreaban el canto de una alineación justo antes de empezar el partido.
Los novios dejaron un sobre con el nombre de cada invitado dedicándoles unas palabras. Un bonito detalle porque hay tantas cosas que decir y poco tiempo para ello. Que la papelería fuera azul no era casualidad y es que, cuando se sienten tanto los colores, no se puede pensar en otros.
Inés, la hermana de la novia, vivió con mucha ilusión todos los preparativos de la boda. Conocía todos los detalles, salvo uno: que el ramo iba a ser para ella.
El vals fue como el saque de honor del partido, después de eso, empezó algo grande.
Las fotos son de Rodrigo Cores.