La decoración de esta boda es muy bonita pero cuando se conoce la historia, se encuentra además de la estética; un significado.
La familia de Carlos tiene una ganadería de toros bravos y quisimos rendir un pequeño homenaje al color de sus campos, sin olvidar el verde de la tierra de Telma: Asturias.
Para la capilla del Palacio de Meres elegimos una alfombra de sisal, capazos y canastos de mimbre que llenamos con espigas, roble y eucalipto.
El ramo tenía un aire despeinado y campestre contrastaba con la sencillez del vestido diseñado por Covadonga Plaza.
Para el aperitivo en el jardín elegimos mantelería de lino y centros diferentes en cada mesa . El cielo azul, el entorno y un montón de invitados con ganas de pasárselo bien hicieron el resto.
En un rincón con cajas antiguas, piezas de cristal y pizarras se podía leer la bodega y el menú del aperitivo.
Un capote que pertenecía curiosamente al padre de la novia fue el centro del protocolo de mesas inspirado en el campo y sus aperos. Unas acuarelas con palabras del diccionario taurino sirvieron para marcarlas.
Para los centros de mesa usamos como base piezas de estilo inglés llenas de trigo, hiedra y verde. Las velas aportaron ese toque de calidez que tienen las noches de verano en el campo.
Una pareja de candelabros y unos lavafrutas de plata de la familia de Telma nos sirvieron para vestir la mesa presidencial y diferenciarla del resto.
Las fotos son de Mercedes Blanco, y gracias a ellas podemos recordar hoy una boda que se celebró hace tiempo.
¿A que la historia hace que la decoración sea aún más especial?