Estos días de frio y montañas nevadas, nos acordamos de una boda de la que no solo guardamos fotos en el ordenador, también un bonito recuerdo en la memoria.
Teresa se casó en San Tirso y lo celebro en el Club de Tenis porque entre sus pasillos había crecido, era para ella, como una segunda casa. Nunca se imaginó un sitio distinto.
Desde niña vino muchas veces con su madre a nuestra floristería, es fácil imaginar la ilusión que nos hizo cuando vino a encargarnos su boda.
La época no fue elegida al azar, era cuando menos regatas tenía Nacho y una ocasión perfecta para llevar el traje invernal con el que siempre soñó y que hizo realidad Josechu Santana.
Era un traje muy sencillo y con un detalle que no pasó desapercibido un broche de su abuela, a la que estaba muy unida. Bonita manera de tenerla cerca.
La fecha fue el 9 de enero, día que pasara a la historia por la gran nevada que cayó y que hizo temer a la novia que no hubiera nadie en la Iglesia, sobre todo las personas mayores y los niños. Pero… ¿cuál fue su sorpresa al atravesar la puerta? Que estaban todos y cada uno de los invitados con su mejor sonrisa y bien abrigados, muchos de ellos venidos desde los cuatro puntos cardinales. Nadie se quería perder un momento tan importante, y lucharon no contra viento y marea, pero si contra nieve y frio para estar allí.
San Tirso se vistió en tonos blancos y verdes con brasicas, los primeros alhelíes y retama.
El ramo tenía un aire desdibujado con hiedra y rosas de distintos tamaños.
Ese tarde, con permiso de Teresa, Oviedo también se vistió de blanco.
A la salida de la Iglesia se organizaron autobuses y coches para trasladar a todos los invitados.Los novios fueron muy bien acompañaos en su primer viaje como marido y mujer.
A la entrada del Club de Tenis colocamos velones para dar calidez y diseñamos un protocolo de mesas con hiedra y copas de piedra como las que había en el jardín.
Aprovechamos la barandilla del primer piso para hacer una hilera de velas, desde allí se veían todas las pistas totalmente cubiertas de nieve.
Vestimos el tenis con manteles oscuros de Viste tu mesa en tonos marrones y otros con estampados adamascados para darle un aire más cálido al salón. Los menús estaban dibujados sobre unas acuarelas de distintos paisajes de Cádiz, en homenaje al novio que es un enamorado del mar, firmados por conocida pintora Begoña Grosso, tía de Nacho.
Montamos los centros de mesa utilizando unas velas muy especiales que guardan la luz dentro y las rodeamos con rosas en tonos empolvados.
Jaime Anglada, compositor mallorquín y compañero de Nacho del Barco les compuso una canción.
Cuando Teresa me dijo que recordaba su boda como si fuera hoy y que volvería a casarse todos los sábados con Nacho, supe que aunque han pasado cinco años de ese vals, aun lo siguen bailando.
Fotos de Mercedes Blanco.