Nos encantan las bodas internacionales por eso de que el amor no tiene fronteras. La que os enseñamos esta semana tiene unos novios maravillosos y dos países como protagonistas: Nueva Zelanda y España.
Ellos se quedaron enamorados del Palacio de Meres y decidieron que era el mejor lugar para citar a todos sus invitados, unos venidos desde lejos y otros de las ciudades cercanas.
El tocado de le Touquet inspiro una vez más, el ramo que hicimos para la novia, concretamente sus tonos empolvados en azul, malvas…
Mezclamos peonias, rosas de jardín, verónicas, eucalipto…para hacer algo tan delicado como la novia.
Decoramos la Capilla de Santa Ana aparentemente mezclando flores y hojas pero en realidad, juntando helechos y hortensias, típicos de la tierra del novio y de la novia, respectivamente.
A la salida colocamos unos adornos y unos cestos con pétalos que dejaron el suelo salpicado de blanco.
El aperitivo fue muy agradable, por la época y también por el jardín en el que se celebraba. Colocamos centros distintos en cada mesa y les dimos un aire veraniego.
Al haber dos idiomas, fueron dos las pizarras que tuvimos que escribir con el menú del aperitivo servido por el Real Balneario de Salinas. Dos formas de llamar a cada uno de los platos, dos formas de escribir la misma cosa.
Los novios aprovecharon para sorprender por el detalle y porque suele hacerse después del baile, a repartir algunos ramos.
Para los centros de mesa apostamos por algo diferente: mezclamos frutas y flores pero no al azar. Elegimos el kiwi en honor a la tierra del novio y hortensias por la de la novia.
Quisimos mezclar los colores vivos del verano con el romanticismo de las velas. No hace falta elegir cuando puede tenerse todo.
Querían hacer de los dos países, uno solo y eso también lo simbolizaron en la papelería. Y con eso nos despedimos.
Las fotos son de Volvoreta.