Hay bodas que están hechas de detalles, que todo, por pequeño que sea, está elegido cuidadosamente. Que mires donde mires, ves belleza y sensibilidad. Igual que la boda que os queremos enseñar hoy y en la que los novios dedicaron tiempo y cariño para que todo saliera como siempre habían imaginado.
El ramo de novia era pura delicadeza, con peonias abiertas, ramas de eucalipto… jugaba con cuatro tonos distintos pero que lejos de romper unos con otros, creaban un efecto muy armónico.
La ceremonia fue en la Catedral de Oviedo. Era verano y queríamos que se notara en el ambiente la frescura de esa época del año y darle a la decoración un aire ligero, nada cargado.
Utilizamos hiedra, hortensia y flores menudas en tonos blancos, dejando todo el protagonismo al retablo y a los novios, que entraron del brazo de sus padres y salieron juntos, ya convertidos en marido y mujer.
Todo estaba preparado en el Palacio de Valdesoto para recibir a los invitados, incluido el sol. Los jardines fueron el escenario perfecto para un aperitivo al aire libre, lleno de sabor gracias al Real Balneario de Salinas.
Colocamos dos protocolos de mesa, con mucho color y fruta, concretamente las naranjas y limones que el hermano de la novia dibujó en el sobre de las invitaciones de la boda, y fue el mismo estampado que adornó la minuta.
Si con el paso de las horas, el blanco fue dando paso al color, a la hora de la cena en el salón se vivió una autentica explosión de alegría en forma de flores, hojas y frutas, velas altas y bajas. No hubo que decantarse por una sola opción, mezclamos un poco de todo y el resultado fue algo diferente, veraniego y bonito.
Las velas fueron volviéndose cada vez más protagonistas y es que no pueden faltar en una noche de verano.