Una boda en Merida II

Al salir de la Iglesia, pusieron rumbo a La Albuera, una finca de caza que visitamos meses antes y en la que trabajamos cinco días seguidos. Fue un lujo transformar y decorar ese espacio, por el enclave y también por los dueños. Todo fueron facilidades y buenas caras. La finca estaba llena de posibilidades y había un equipo de muchas personas peleando para enseñar su mejor versión.

En la entrada colocamos un bodegón de bienvenida y marcamos el camino hacia el aperitivo, que estaba preparado en la terraza, con cientos de faroles.

 

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El aperitivo, a la sombra de la arboleda, estaba lleno de detalles y sabor. Con el Catering Guadalquivir de Sevilla y la papelería e ideas de Paula y de Yula, montamos varios puestos: jamón, quesos, conservas y cervezas de distintos rincones del mundo.

Tuneamos un chiringuito de la finca para poner el puesto de bebidas y montamos una zona con mesas altas y bajas para que los invitados se relajaran y disfrutaran del momento.

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La novia encargó unas coronas de flores de tela que colocamos en un puestecito para que las invitadas pudieran elegir la que más le gustaba y mejor iba con el look que llevaban.

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En el centro de la terraza había una fuente, la llenamos con tinajas y cestos con flores y ramas para ambientar el protocolo de mesas.

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Quisimos dar una sorpresa a la madre del novio que se había enamorado de una foto de un sitting que hicimos hace tiempo, y lo replicamos a la entrada del secadero de tabaco, que era el lugar que los novios habían elegido para la cena.

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Siapro se encargó de que la falta de luz no solo no fuera un problema sino que diera pie a una iluminación espectacular con focos y bombillas.

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Continuará…

Fotos: Cristina Cañibano

Una boda en Merida I

Todos los años solemos salir de Asturias para hacer alguna boda fuera pero siempre por el norte: Galicia, Santander… a 300, 400 kilómetros de casa, pero nunca antes habíamos cruzado media España para ir a decorar una, nunca hasta el año pasado que fuimos a Mérida, hicimos 800 kilómetros por el mejor de los motivos: el amor.

Todo empezó con una llamada de Paula de Living las bodas, le habían encargado la organización de una boda y quería contar con nosotras. No nos lo pensamos ni un minuto y dijimos que sí. No fuimos las únicas: Global Rent y Siapro también aceptaron la propuesta. Tachamos varias hojas del calendario y empezó una aventura.

Nos instalamos cinco días en el hotel Rural Cerro Principe que había próximo a la Iglesia y a la finca donde se celebraría el banquete. Éramos un equipo. Un equipo de muchas personas capitaneado por Paula. Las familias de Gabi y Rocío nos hicieron sentir como en casa,  estuvieron pendientes, participaron en los preparativos y nos cuidaron mucho. Yula, la madre del novio estuvo especialmente implicada y pasó muchas horas en la finca con nosotros. No olvidaremos las cervezas, cocacolas y hamburguesas que nos llevó.

La familia de Rocío es de Arroyo de San Servan y quiso casarse en la Iglesia de su pueblo que tiene un retablo barroco impresionante y muy colorido. En la fachada colocamos un adorno muy importante que tuvimos que preparar en tiempo record porque las temperaturas eran altas y el sol daba de pleno a esa hora del día.

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La boda fue el 16 de septiembre y quisimos reflejar en la decoración el color que tenía el campo en esa época. Para lograrlo usamos hortensias agostadas, brezo, hiedra… dispusimos todo en cestos, porque pocas cosas hay más de campo que los cestos.

Colocamos un adorno al principio del pasillo para enmarcarlo. Llevamos desde Asturias la alfombra del sisal y los reclinatorios de lino para dar un aire más rustico.

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Pusimos varios centros, uno en la entrada del pasillo y otro que empezaba en la escalinata y terminaba en el altar ,arropando a los novios y a los padrinos. Todos con faroles y cestos llenos de plantas y flores en tonos otoñados.

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Continuará…

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Las fotos son de Cristina Cañibano.

Una boda muy familiar

Ser tantas en la tienda hace que sea fácil tener a una sobrina entre las novias del año. Sus bodas son especiales porque, además de trabajar, vamos de invitadas.

Mónica y Tato quisieron casarse en Somió porque siempre veranearon allí y les traía muy buenos recuerdos.

La novia nos pidió un ramo silvestre que hicimos con rosas spray, eucalipto, senecio, astrantia… logrando una mezcla con mucho verde,  algo de gris y toques de color crudo.

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El vestido era de Marcos Luengo y tenía un detalle muy especial: unas puntillas familiares que hacían de ese traje un diseño único e irrepetible.

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En la Iglesia de San Julián se han casado varios primos de la novia, así que intentamos decorarlo de una manera diferente. En el altar colocamos centros asimétricos con flores menudas, dándole un toque romántico.

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La nota de color la pusieron las pamelas de las invitadas, que eran impresionantes.

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La celebración fue en el Palacio de la Riega que tiene una gran terraza y las mejores vistas de Gijón.

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Para el protocolo de mesas nos trajeron unas esculturas de El Póntico, escultor y  tío de la novia, que representaban unos árboles.

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Dentro mantuvimos el color verde del paisaje, para ello trabajamos con el equipo de Nacho Manzano que sacó bajoplatos dobles y un vaso de agua en un tono manzana. Queríamos dar un aire fresco y ceder protagonismo a las acuarelas que el padre de Mónica pintó para la ocasión recreando playas asturianas, también se encargó de las minutas con motivos marinos. Ningún detalle se dejó al azar, la mantelería color arena y los nudos marineros que hizo la novia para atar las servilletas, lograron que la costa estuviera más cerca que nunca.

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La presidencia tenía un mantel con un suave estampado de M viste tu mesa y estaba colocada en el centro, para que todos los invitados estuvieran cerca de los novios y no perdieran detalle de momentos como el reparto del ramo.

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En la discoteca que montó Siapro en la terraza bailamos hasta que amaneció. Nadie quería marcharse de allí, de ser por nosotros, la música seguiría sonando.

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Fotos: Mercedes Blanco

 

 

Viajando en busca de inspiración

Una vez al año viajamos a Paris. Cualquier excusa es buena para visitar la capital francesa pero nosotras tenemos dos: la primera es la feria de decoración Maison& Objet y la segunda es la búsqueda de nuevas ideas para la temporada que está a punto de comenzar.

Es un viaje que hacemos juntas aprovechando que enero es un mes muy tranquilo porque el resto del año nos resultaría imposible.

Fueron cuatro días de  inspiración continua y diversión. No paramos ni un minuto, bueno sí, delante de algunos escaparates nos quedamos de piedra. Lo dicho, Paris es siempre una buena idea.

El primer día, llegamos por la tarde y aprovechamos para dar un paseo por la zona de Saint Germain. Allí disfrutamos de  Deco Off, una exposición a pie de calle. Los escaparates eran un escenario donde sucedían cosas increíbles con telas, papel, luces, flores…

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Cenamos unas tablas de queso y embutidos en Maison Sauvage, un café moderno lleno de gente joven, música y sabor.

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El segundo día madrugamos para ir a la feria. Pasamos horas y horas viendo las nuevas tendencias y comprobando que hace tiempo vamos por el buen camino: velas y cristales de colores, decoraciones con el verde como protagonista…

 

Después visitamos Uniqlo, más que por la ropa, por el edificio tan espectacular donde tienen la tienda y su ambientación.

El momento gastronómico del día fue la cena en un tailandés: Ou Petit Thai que nos encantó.

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El tercer día volvimos a la feria a comprar muchas novedades para las bodas y eventos que tenemos este año. Después visitamos La Conopée: un espectacular techo diseñado por P. Berger y J. Anziutti.

Paseamos por el Marais y cenamos en  Borgo delle Tovaglie , un restaurante italiano y que era a la vez una tienda de decoración de linos con tintes naturales y donde se podía comprar vajillas, ajuares…

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El último día aprovechamos todas las horas que teníamos antes de coger el avión. Vimos en instagram que había una exposición efímera en Au Bon Marché de Leandro Erlich,  que es un artista conceptual argentino, y no dudamos en acercarnos a verla. Era impresionante la escalera de nudos y el techo simulado con cielo incluido, no menos que el escaparate de nubes creadas con la superposición de láminas de cristal. Estará hasta el 18 de febrero, si tenéis oportunidad de ir, os animamos a hacerlo.

También visitamos alguna floristería e hicimos una parada en el Cafe de Flore.

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Hemos vuelto de París con la cabeza más llena que las maletas y eso que hemos comprado mucho.