Al salir de la Iglesia, pusieron rumbo a La Albuera, una finca de caza que visitamos meses antes y en la que trabajamos cinco días seguidos. Fue un lujo transformar y decorar ese espacio, por el enclave y también por los dueños. Todo fueron facilidades y buenas caras. La finca estaba llena de posibilidades y había un equipo de muchas personas peleando para enseñar su mejor versión.
En la entrada colocamos un bodegón de bienvenida y marcamos el camino hacia el aperitivo, que estaba preparado en la terraza, con cientos de faroles.
El aperitivo, a la sombra de la arboleda, estaba lleno de detalles y sabor. Con el Catering Guadalquivir de Sevilla y la papelería e ideas de Paula y de Yula, montamos varios puestos: jamón, quesos, conservas y cervezas de distintos rincones del mundo.
Tuneamos un chiringuito de la finca para poner el puesto de bebidas y montamos una zona con mesas altas y bajas para que los invitados se relajaran y disfrutaran del momento.
La novia encargó unas coronas de flores de tela que colocamos en un puestecito para que las invitadas pudieran elegir la que más le gustaba y mejor iba con el look que llevaban.
En el centro de la terraza había una fuente, la llenamos con tinajas y cestos con flores y ramas para ambientar el protocolo de mesas.
Quisimos dar una sorpresa a la madre del novio que se había enamorado de una foto de un sitting que hicimos hace tiempo, y lo replicamos a la entrada del secadero de tabaco, que era el lugar que los novios habían elegido para la cena.
Siapro se encargó de que la falta de luz no solo no fuera un problema sino que diera pie a una iluminación espectacular con focos y bombillas.
Continuará…
Fotos: Cristina Cañibano