El otoño parece que se resiste a llegar y quizás por eso nos han entrado ganas de enseñaros esta boda que fue de las primeras que tuvimos en primavera.
A Cristina no la conocíamos hasta que entró por la puerta, pero estamos seguras de que ya no nos vamos a olvidar de ella. Su sonrisa y sus ideas hicieron que preparar su boda fuera un placer.
Se enamoró de un ramo que hicimos el año pasado pero en vez de repetirlo quisimos que ella tuviera un flechazo con el suyo, lo que sí mantuvimos fue el aire romántico que dan las rosas de jardín.
La capilla del Rey Casto fue el lugar elegido por los novios para darse el “sí quiero”. La entrada por el jardín es preciosa así que solamente pusimos unas flores en copas de hierro forjado y velas en faroles.
Todo estaba preparado para recibir a la novia que llegó con una enorme sonrisa.
Al inicio todas las miradas estaban puestas en la puerta esperando la entrada de Cristina, después todas se volvieron hacia el altar lleno de flores blancas.
Las ganas de primavera nos empujaron a llenar de color el salón de los espejos de las Caldas. Un gran centro presidía la estancia más espectacular de todo el balneario.
El sitting plan surgió de la papelería que nos trajo Cristina. Aprovechamos un pasillo y un biombo para colocarla y ayudar a los invitados a que encontraran su sitio en la cena.
Para los centros de mesa usamos una colección de portavelas y cacharritos plateados llenos de distintas flores y colores.
Mientras viene el otoño…pensamos en primavera.