A Bea le perdimos la pista cuando se marcho fuera a estudiar y nos reencontramos mientras organizaba su boda. Algo que nos hizo mucha ilusión y a la vez, darnos cuenta de que el tiempo pasa volando.
Marcos Luengo diseñó para ella un vestido de manga larga y volumen con un cinturón de pedrería precioso. Esa pieza y la época del año nos inspiraron un ramo diferente en tonos granates, rosas viejos y grises. Con movimiento y algunas moras.
Las hortensias que también formaban parte del ramo, estaban en la decoración de San Isidoro. Muchos de los invitados y la familia del novio venían de Canarias y elegimos unas flores muy nuestras.
Mezclamos hortensias blancas y verdes porque el color ya lo ponía el numeroso cortejo que acompañó a la novia.
Los novios querían una boda urbana y eligieron el Real Club de Tenis en pleno centro. Un lugar en el que estamos siendo testigos de las bodas de varias generaciones.
Mientras llegaban los invitados se dieron un paseo por el jardín para hacerse unas fotos y disfrutar de los primeros minutos de casados.
Las escaleras de madera y los trofeos de caza, unido a la pasión del padre de la novia por el parque de Redes, nos llevaron a decorar todo pensando en los bosques asturianos.
Colocamos a la entrada un sitting plan que tenía como protagonistas a los distintos pueblos de la zona y un invitado especial: un urogallo que suele estar en ese rincón todo el año.
Como la boda era muy grande, colocamos otro protocolo de mesas en uno de los rincones del coctel.
El padre de la novia hizo un dibujo y el otoño puso el resto: manzanas, castañas, brezos, hortensias…
La cena se hizo con vistas a las pistas.
Nosotras pusimos las luces, dándoles a la terraza y a la Pecera un aire especial. Del ritmo se encargaron ellos.
Las fotos son de Pelayo Lacazette.