Pocas cosas hay más emocionantes para nosotras que participar en las bodas de los hijos de nuestros amigos porque a esos niños les hemos visto crecer. Ese sentimiento nos acompañó durante los preparativos y el gran día de Anina, que no podía ser una novia más radiante y feliz.
Ella tenía muy claro el ramo que quería llevar: olivo y peonias. Una mezcla muy delicada que iba perfecta con su vestido de Teresa Patiño. Como nos trajo una medalla de la cruz de la Victoria que tenía unas piedras azules, elegimos una cinta de terciopelo del mismo tono para la empuñadura.
Tanto la ceremonia como la celebración fueron en el Palacio de Meres. Los novios querían algo sencillo, así que las hortensias fueron una opción perfecta para la decoración. Para la Capilla de Santa Ana las elegimos en blanco porque encajaban muy bien en una boda veraniega. Fue una Misa muy emotiva, con una homilía preciosa y unos novios emocionados.
En el ambiente había muchas ganas de celebrar y todo estaba preparado por el equipo de Casa Gerardo para que los invitados se llevaran un recuerdo inolvidable de ese día.
Hicimos una puesta en escena muy fresca, casi sin flores, pero sí con mucho verde que es lo que pide el ambiente en esa época del año.
Para el sitting plan los novios quisieron hacer algo muy especial. Pusieron como nombre de la mesa algo que unía a todas las personas que se sentaban en ella, acompañado de una acuarela pintada por María de Valma. Le dedicaron tiempo, pero el resultado hizo sonreír a todos los que iban a ver dónde les tocaba sentarse.
En los salones del palacio parecía que se colaba un pedacito del verano. Las acuarelas fueron las grandes protagonistas de la decoración, así que preparamos pequeños centros con hortensias de colores.
Fue una boda en la que, miraras donde mirabas, veías alegría. No hay mejor decoración.
Fotos: Cristina Cañibano